Hemingway, defensor de los textos cortos, estando en un bar con colegas apostó una ronda a que era capaz de escribir ahí mismo una historia profunda.
Una con una cantidad enorme de contenido, y que incluso emocionara, pero usando sólo seis palabras.
Seis.
Los colegas se cachondearon de él y aceptaron.
Hemingway pidió un boli, cogió una servilleta y escribió el que es, seguramente, el micro-relato más famoso de la historia.
Sólo seis palabras, pero infinito contenido.
Escribió:
“For Sale. Baby shoes. Never worn.”
(Se vende. Zapatos de bebé. Nunca usados.)
Los colegas pagaron la ronda.
Resulta que Hemingway tenía una teoría, la llamada “teoría del Iceberg”, creía que el significado más profundo de una historia no debe ser evidente en la superficie, sino que debe brillar implícitamente.
De repente, seis palabras se convierten en un mundo.
Esto no sirve sólo para las historias escritas, también para las fotos.
La mayoría de la gente peca de pereza a la hora de preparar las historias de sus proyectos.
Por eso, quien quiere contar la historia de un reloj y lo primero que te enseña es un reloj, tiene una historia perezosa.
No deja nada a la imaginación.
No es un iceberg.
Y eso no vende.
Bien.
Si quieres contar historias que venden, vas a necesitar profundizar en lo que cuentes y en cómo lo hagas.
No te quedes en las fotos superficiales.
No vayas a lo fácil.
Eso lo hace quien no se esfuerza.
Los resultados de verdad, los que te llenan los bolsillos, llegan cuando profundizas.