Ventaplanista.
Es un término que le escuché por primera vez a Luis Monge Malo, y desde entonces no puedo dejar de verlo por todos lados.
¿Sabes a quiénes describe?
A esas personas que no creen que las ventas funcionen, que se aferran a lo de siempre y buscan problemas a cualquier solución.
Hace unos meses subí un reel en el que decía algo tan simple como esto:
“Por favor, basta de vender fotos.”
Está en Instagram, en la cuenta de Espabila, si quieres buscarlo.
El caso es que pasaron dos cosas:
Primera: Se me llenó de ventaplanistas.
Uno lo compartió en un chat de fotógrafos tradicionales, y alguien escribió esto:
“No estoy de acuerdo. Como fotógrafos de eventos lo puedo llegar a entender, pero como fotógrafo de familia no es valorable. No puedes cerrar una sesión sin que el cliente sepa cuántas fotos le vas a entregar. Esto depende de muchos factores: horas de selección, edición, tipos de retoque, etc. No pierdes el tiempo en tu estudio para que le hagas la sesión y se quede con dos fotos porque no quiere más. No me parece un concepto acertado eso de ‘Deja de vender fotos’… somos fotógrafos y vendemos fotos.”
Es que tiene tela.
“No estoy de acuerdo.”
“No puedes.”
“No se puede.”
“No me parece un concepto acertado.”
Imagínate vivir así, con el freno de mano echado, viendo problemas en cada oportunidad, convencido de que las cosas no se pueden hacer de otra manera porque “así siempre se han hecho.”
Gente que prefiere competir con otros ventaplanistas en una carrera por cobrar lo mínimo antes que aceptar que hay formas más inteligentes de tener un negocio mejor.
Todo por miedo a dar un par de fotos más o porque editar un archivo extra parece un sacrificio titánico.
Po vale.
Segunda: Hubo quien lo entendió.
Lo aplicó.
Y ganó.
Porque, sorpresa, cuando haces las cosas igual que los demás, consigues los mismos resultados que los demás.
Y resulta que hay formas más inteligentes de vender servicios que tratar tus fotos como si fueran tomates en el mercado.
P.D.: Ser ventaplanista es una elección. Pero también lo es decidir que ya no quieres competir por el precio más bajo y empezar a hacer las cosas de manera diferente.